ISSN 2007-7343
Facultad de Psicología
Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo
Copyright © 2024 UARICHA
Recibido: 27 de enero de 2024. Aceptado: 20 de julio de 2024.
Correspondencia: Oscar Camacho Gómez. Universidad Autónoma de Aguascalientes. Av. Universidad 940, Ciudad Universitaria, C.P
20100, Aguascalientes, Ags. Correo electrónico: oscar.camacho@umich.mx
Transactional model of stress and coping styles in psychological stress research:
Critical analysis.
DOI: https://doi.org/10.35830/kcgm5244
Oscar Camacho Gómez1 ORCID: https://orcid.org/0009-0006-7623-7524
Francisco Javier Pedroza Cabrera1 ORCID: https://orcid.org/0000-0003-4280-3795
Gabriela Navarro Contreras2 ORCID: https://orcid.org/0000-0003-4744-2351
José María de la Roca Chiapas2 ORCID: https://orcid.org/0000-0002-2563-403X
Mónica Fulgencio Juárez3 ORCID: https://orcid.org/0000-0002-9715-4764
1Universidad Autónoma de Aguascalientes
2Universidad de Guanajuato
3Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo
Resumen
El modelo transaccional del estrés, desarrollado por
Lazarus y Folkman en 1984, revolucionó la
comprensión del estrés al abordarlo como un
proceso dinámico y multifactorial, en contraste con
las teorías previas que lo consideraban una
respuesta automática. Sin embargo, persisten
discrepancias, especialmente en la concepción del
afrontamiento. Mientras el modelo transaccional
enfatiza la adaptabilidad y cambio continuo, los
estilos de afrontamiento sugieren una
predisposición estable hacia estrategias específicas.
Este texto examina estas diferencias y busca
promover una aplicación más precisa del modelo
transaccional en la investigación sobre el estrés.
Palabras clave: Estrés, Afrontamiento, Modelo
transaccional, Estilos de afrontamiento.
Abstract
The transactional model of stress, developed by
Lazarus and Folkman in 1984, revolutionized the
understanding of stress by approaching it as a
dynamic and multifactorial process, in contrast to
previous theories that considered it an automatic
response. However, discrepancies persist, especially
in the conception of coping. While the transactional
model emphasizes adaptability and continuous
change, coping styles suggest a stable predisposition
toward specific strategies. This text examines these
differences and seeks to promote a more precise
application of the transactional model in stress
research.
Keywords: Stress, Coping, Transactional model,
Coping styles.
Camacho et al. Análisis crítico: Estrés y afrontamiento en psicología
UARICHA 2024, Vol. 22, 42-53
El modelo transaccional del estrés, tal y como lo conocemos, fue publicado en el libro
Stress, Appraisal, and Coping (1984) por Lazarus & Folkman, desde entonces este modelo
ha sido fundamental para comprender el cómo las personas experimentan y manejan el
estrés en sus vidas cotidianas, y ha sentado las bases para el estudio del estrés en distintos
contextos y situaciones vitales. Bajo este modelo, el estrés es producto de la evaluación
subjetiva que hace una persona de la situación, siendo un proceso dinámico y
multifactorial, que implica la evaluación continua de la situación y de los recursos
disponibles para su afrontamiento (Lazarus & Folkman, 1986), siendo el estrés un conjunto
de respuestas psicológicas, fisiológicas y conductuales, que surgen cuando la persona
percibe que las demandas del entorno superan sus recursos de afrontamiento
disponibles.
Esto supuso una ruptura respecto a modelos y teorías anteriores donde el estrés se
reducía a una respuesta automática, de tipo fisiológico, a estímulos externos, siendo esta
la perspectiva dominante en biología y medicina (Lazarus & Folkman, 1984). A partir del
modelo transaccional, el estrés pasa a ser un concepto relacional, ya no limitado por una
lógica de estímulo-respuesta o por algún patrón específico de reacciones psicológicas,
comportamentales o subjetivas, sino que el estrés es visto como una relación o transacción
entre las personas y su ambiente (Krohne, 2002).
Aunque fuera formalmente publicado en 1984, su desarrollo teórico se remonta a décadas
anteriores, y antes de alcanzar la formulación actual, experimentó con diversas formas y
pasó por varias iteraciones, algo esperable en la investigación científica y en el desarrollo
de una teoría. De acuerdo con esto, lo común es que las versiones antiguas o incompletas
se descarten en pro de la formulación más moderna. Sin embargo, en el caso de la
investigación sobre el estrés y del modelo transaccional, se ha observado que existen
elementos, ahora antiguos, que, a pesar de ser incompatibles a nivel teórico y
epistemológico, con la actualidad del modelo, se siguen manteniendo.
Este es el caso de los llamados estilos de afrontamiento o coping styles. Una teoría que
aborda el afrontamiento como un rasgo estable o permanente asociado a la personalidad,
y que determina el cómo las personas afrontan el estrés (Lazarus, 1993). Esto se traduce
en predisposiciones personales para hacer frente a las situaciones y que dictarían una
preferencia hacía un tipo u otro de estrategias de afrontamiento, estas preferencias serían
estables independientemente de la situación a la que se esté enfrentando la persona y su
uso continuado llevaría a una tendencia hacía un tipo de afrontamiento específico (Castaño
& León del Barco, 2010).
Bajo este marco de pensamiento el afrontamiento es una característica o disposición que
se despliega a través de estilos de afrontamiento fijos, a los cuales las personas tienden a
recurrir para afrontar el estrés. Lo cual va en contra de lo estipulado por el modelo
transaccional del estrés donde el afrontamiento es un proceso y no un rasgo, es decir es
algo dinámico y en constante cambio, su esencia es el cambio en pro de adaptación
(Folkman & Lazarus, 1985), lo cual evidentemente entra en conflicto con la idea de un estilo
fijo de afrontamiento.
Camacho et al. Análisis crítico: Estrés y afrontamiento en psicología
UARICHA 2024, Vol. 22, 42-53
Por tanto, nos encontramos ante dos paradigmas distintos y opuestos sobre la naturaleza
y el funcionamiento del afrontamiento del estrés. El problema surge en que se ha
encontrado que, en investigación sobre el estrés y su afrontamiento, ya sea como variable
principal o secundaria, la mezcla indistinta de ambos paradigmas, siendo lo usual, el utilizar
los conceptos del estrés y de la apreciación cognitiva del modelo transaccional, pero
dejando de lado la perspectiva del afrontamiento como proceso, en pos de la idea de los
estilos de afrontamiento (Berra, et al., 2014; Rubio, et al., 2016).
El propósito de este texto es una revisión de los elementos que constituyen ambos
paradigmas, presentar su desarrollo y resaltar sus diferencias e incompatibilidades, esto
con la esperanza de fomentar la correcta aplicación del modelo transaccional en la
investigación sobre el estrés.
El Modelo Transaccional del Estrés
Se puede rastrear el origen del modelo transaccional del estrés al texto de 1966
Psychological Stress and Coping Process de Lazarus. Este texto sentaría las bases del
modelo, al tratarse de una de las primeras aproximaciones al estrés desde la teoría
cognitiva. En este texto, que se basa en años de investigación previa por parte de su autor,
es donde se propone la idea de la apreciación cognitiva del estrés, y resalta el papel de la
percepción subjetiva, los procesos cognitivos y la relación persona-ambiente como partes
fundamentales del funcionamiento del estrés. Lo anterior se dio en un momento donde
las teorías dominantes al respecto provenían de la medicina y se centraban en los aspectos
fisiológicos (Selye, 1960), o teorías con raíces en el psicoanálisis freudiano y otras
aproximaciones psicodinámicas, donde los términos estrés y ansiedad se confundían, y se
trataban de explicar los signos y síntomas asociados al estrés desde lo psicosomático y los
mecanismos de defensa. Las teorías conductuales eran también dominantes, las cuales se
centraban en el estímulo-respuesta y/o el condicionamiento operante, reduciendo al
estrés a una reacción automática ante un estímulo amenazante (Lazarus & Folkman, 1984).
La publicación de Stress, Appraisal, and Coping en 1984 forma parte de la consolidación y
auge de lo que hoy conocemos como enfoque cognitivo-conductual, con este auge
comienza a haber un mayor interés en el estudio de las diferencias individuales, así como
de describir y analizar interacciones complejas entre personas y ambiente.
Hasta este momento, los textos de 1966 y 1984, parecen compartir elementos
conceptuales, sin embargo, esto se limita al ámbito de la apreciación cognitiva, porque
desde 1966, el apartado del afrontamiento estaría dominado por las perspectivas
psicodinámicas y conductuales ya mencionadas, es decir el afrontamiento del estrés como
rasgo. La idea del afrontamiento como proceso aparecería de forma intermitente en el
trabajo de Lazarus y sus colaboradores durante los siguientes años, pero no sería hasta el
texto Transactions between individuals and the enviroment related to stress de Lazarus y
Launier (1978) donde se comenzaría a hablar de la idea del afrontamiento como proceso.
Camacho et al. Análisis crítico: Estrés y afrontamiento en psicología
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Con la incorporación de la Dra. Folkman al grupo de investigación se comenzaron los
esfuerzos por obtener información empírica firme que demostrara o negara esta idea,
esfuerzos que llevaron al diseño del instrumento Ways of Coping Questionnaire,
compuesto por 68 ítems que describían un rango amplio de estrategias de afrontamiento,
cognitivas y conductuales, las cuales habían sido extraídas de los textos ya mencionados
de 1966 y 1978, así como de la teoría del afrontamiento presente hasta ese momento. El
instrumento sería puesto a prueba y los resultados fueron publicados en el texto An
Analysis of Coping in a Middle-Aged Community Sample (1980). Este texto que desató
controversia ya que es donde se introduce plenamente la idea del afrontamiento del estrés
como un proceso dinámico, donde se involucran elementos contextuales y subjetivos,
contradiciendo lo establecido por la teoría del afrontamiento como rasgos estables ligados
a la personalidad.
Lo anterior llevó a críticas como la expresada por Shinn & Krantz (1981), donde
catalogaban esta conclusión como prematura, además de cuestionar la medición llevada
a cabo, considerándola errada. A pesar de estas críticas la investigación seguiría adelante,
hasta la publicación del modelo en 1984, donde se define al afrontamiento como: Los
esfuerzos cognitivos y conductuales constantemente cambiantes para manejar demandas
específicas, externas y/o internas que son evaluadas como exigentes o que exceden los
recursos de la persona (Lazarus & Folkman, 1984).
Posteriormente se dedicarían a aportar evidencia empírica de esto en una serie de
artículos publicados entre 1985 y 1987, así como desarrollos teóricos para extender el
modelo durante la década de 1990 e inicios de los 2000, donde se introducen
consideraciones específicas para la medición del estrés y de su afrontamiento,
considerando como formas óptimas de medición, los estudios longitudinales, multi
método, con mediciones tanto cuantitativas como cualitativas (Folkman & Lazarus, 1985;
1986; Folkman, 1991;1992; Lazarus & Folkman, 1986; 1987; Lazarus, 1990; 2000; Reicherts
& Perrez, 1992).
La Epistemología del Modelo Transaccional
De forma explícita Lazarus y Folkman sitúan a su teoría en una perspectiva cognitivo-
fenomenológica, en el sentido que busca comprender la experiencia subjetiva y la
intersubjetividad de la percepción, específicamente refiriéndose a que la cognición no está
perfectamente alineada a una realidad objetiva, sino que elementos como la personalidad,
las emociones, y otras variables subjetivas, pueden alterar la percepción de los eventos.
Del mismo modo en este modelo se pueden observar elementos constructivistas, ya que
hace énfasis en las interacciones o transacciones entre persona-ambiente, siendo esto uno
de los elementos clave del constructivismo, que se centra en la idea de que la realidad es
interpretada y construida por el individuo a través de sus procesos cognitivos y sociales.
Convergiendo en la fenomenología en su orientación hacia la subjetividad y la experiencia
individual para la comprensión de la realidad.
Camacho et al. Análisis crítico: Estrés y afrontamiento en psicología
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Así mismo, estas dos posiciones situarían al modelo transaccional dentro del
pospositivismo, lo cual es relevante ya que su aproximación metodológica está orientada
a explicaciones temporales y situadas en el contexto, en contraposición con lo que
encontraremos en la teoría de los estilos de afrontamiento.
El Afrontamiento como Rasgo o Estilo
La teoría de los estilos de afrontamiento antecede al modelo transaccional del estrés y al
texto de Lazarus del que parte. Se origina en una concepción psicoanalítica, donde se hace
énfasis en el afrontamiento como rasgo de personalidad, abordándolo como un conjunto
de estrategias defensivas dicótomas, ordenadas jerárquicamente en función de que tan
“saludables” o “patológicas” se les considera, siendo una de ellas, la evitación, calificada
automáticamente como patológica (Reicherts & Perrez, 1992).
Uno de los primeros teóricos que abordaron el afrontamiento del estrés de esta manera
es Menninger, quien, en sus textos de 1954, The homeostatic regulatory function of the
ego y Regulatory devices of the ego under major stress, propone la existencia de
mecanismos reguladores empleados por el ego para afrontar las perturbaciones menores
a la homeostasis, siendo la falla de estos mecanismos lo que provocaría los síntomas y
desórdenes atribuidos al estrés (Menninger, 1954).
Este autor crearía cinco categorías de estos mecanismos, ordenados en una jerarquía de
lo saludable a lo patológico. Siendo algunas de las saludables: Hablar sobre ello,
autocontrol o trabajar al respecto. Por el contrario, algunas patológicas: evitación, agresión
o ataques de pánico. Los considerados saludables pueden convertirse en síntomas en
función de su intensidad de uso, por ejemplo: hablar sobre ello, se convertiría en síntoma
si se habla demasiado sobre la situación o problema (Menninger, 1954).
Bajo esta perspectiva el afrontamiento se convierte en una herramienta de clasificación de
personas, con el objetivo de hacer predicciones de cómo podrían afrontar alguno o todos
los tipos de encuentros estresantes (Lazarus & Folkman, 1984), asignando a las personas
a una estructura de dicotomías, donde se les asigna un tipo, por ejemplo: amigable/hostil
o controlador/permisivo.
Esto crearía un concepto de afrontamiento que opera bajo la idea de que este es una
disposición estable a actuar de una manera determinada a lo largo de la vida. Lo cual
permitiría formular una predicción de cómo actuaría la persona ante cualquier situación
estresante. Simplificando la investigación, ya que solo se tendría que medir una vez para
saber cómo reacciona una persona ante el estrés. Además, también simplifica la relación
entre estrés y afrontamiento, siendo un estrés elevado un indicador de un estilo de
afrontamiento patológico o desadaptativo.
A partir de estas formulaciones tempranas surgirían propuestas alternativas que
incorporarían los elementos perceptivos de la teoría inicial de Lazarus, como la propuesta
de Carver, et al. (1989). Esta teoría propone 14 estilos de afrontamiento, clasificadas en
dos grandes categorías, estilos de afrontamiento orientados a la solución del problema, y
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orientados a la emoción. Dentro de la primera categoría encontramos el afrontamiento
activo y la planeación, mientras que en la segunda encontraríamos la negación o la
expresión emocional. Siendo considerado como adaptativo o saludable lo orientado a la
solución del problema y desadaptativo o patológico lo orientado a la emoción. O la
propuesta de Sandin & Chorot (2003) que postula siete estilos básicos de afrontamiento
consistentes en: Solución del problema, auto focalización negativa, reevaluación positiva,
expresión emocional abierta, evitación, búsqueda de apoyo social y religión. Ambas
operando y expandiendo desde la lógica propuesta originalmente por Menninger.
La Epistemología del Afrontamiento como Rasgo o Estilo
Si bien la idea del afrontamiento como rasgo tiene raíces eminentemente psicoanalíticas,
su desarrollo e interrelación con la teoría conductual, le haría más cercana al positivismo,
ya que busca encontrar relaciones estables y generales entre variables observables, en
este caso los estilos de afrontamiento como predisposiciones a un tipo de conducta en
concreto. En contraste con la idea del cambio constante y de la especificidad contextual
que encontramos en el afrontamiento como proceso del modelo transaccional. Y si bien
no niega el papel de la percepción en el estrés, no se acerca a la perspectiva
fenomenológica-constructivista del modelo transaccional.
Divergencias e incompatibilidades entre ambas concepciones del Afrontamiento
Ambas perspectivas del afrontamiento suelen utilizar la definición de estrés propuesta
desde el modelo transaccional, siendo esta la relación entre una persona y su ambiente,
evaluada por la misma como exigente o que excede sus recursos poniendo en peligro su
bienestar (Lazarus & Folkman, 1984). Sin embargo, aquí terminan las similitudes y
comienzan las divergencias. Ya que a partir de aquí son totalmente incompatibles a nivel
teórico y epistemológico. Algo que se notó desde el momento de su formulación y se ha
discutido desde entonces.
Desde la perspectiva del afrontamiento como proceso, la idea de los estilos de
afrontamiento es cuanto menos limitada, ya que desde ella no es posible estudiar y
describir en detalle cómo una persona afronta en pensamiento y acciones tipos específicos
de estrés o situaciones más complejas como la enfermedad o la pérdida. Además de
estresores inter e intrapsíquicos que solo están presentes en situaciones y contextos muy
concretos, como es el caso del estrés laboral, donde el contexto laboral está compuesto
de demandas y estresores muy específicos que no se dan fuera del mismo, y que además
necesitan de estrategias de afrontamiento dinámicas para adaptarse a demandas en
constante cambio.
Otro elemento divergente es la relación existente entre estrés y afrontamiento. Bajo el
modelo transaccional el proceso del afrontamiento es solo el resultado del proceso de
apreciación cognitiva que activó la reacción de estrés, es decir no es un concepto
independiente y cualquier resultado negativo o dañino no es atributo del afrontamiento
en sí, sino que, entre algunas posibilidades, puede ser el resultado de un error en el
proceso de apreciación cognitiva, al interpretar una situación como incontrolable cuando
Camacho et al. Análisis crítico: Estrés y afrontamiento en psicología
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sí lo es o viceversa; o a la falta de recursos para llevar acabo un afrontamiento exitoso, por
ejemplo que se trate de un estresor financiero que solo pueda resolverse con dinero, pero
no esté disponible; o que se haya percibido la situación correctamente y los recursos estén
presentes pero no disponibles por algún elemento contextual que impida su despliegue,
por ejemplo: que la jerarquía laboral de la persona no sea suficiente para solucionar el
problema. Esto hace que el afrontamiento sea un proceso complejo sujeto a diversas
variables subjetivas y contextuales, como pueden ser el género, la etnia, el estatus
socioeconómico, la orientación sexual, el estado de salud, estado de ánimo, posición
jerárquica, por nombrar algunas (Folkman & Lazarus, 1985; 1986).
Desde la perspectiva del afrontamiento como rasgo, este es algo independiente, desligado
del proceso de apreciación cognitiva, una vez que se determinó a la situación o estímulo
como estresante, se activaría el estilo de afrontamiento predominante en la persona,
independientemente de si es idóneo o posible para la situación, esto hace que cualquier
resultado negativo sea atribuible a un estilo de afrontamiento incorrecto, a los cuales como
ya se mencionó anteriormente, se les atribuye, a priori, un significado negativo o positivo.
Bajo esta perspectiva el afrontamiento es responsabilidad de la persona, una cualidad
interna que no tiene en cuenta el contexto u otras variables (Lazarus, 1993).
Desde el modelo transaccional se ha encontrado que el proceso de afrontamiento es algo
complejo y dinámico sujeto a la apreciación cognitiva, no solo determinando que va a ser
considerado como estresante sino las posibilidades para hacerle frente, los recursos
percibidos como disponibles, los recursos objetivamente disponibles, la posibilidad de
desplegarlos, etc. Así mismo otro elemento relevante es que no se utiliza una única forma
de afrontamiento por evento, sino que se utilizan varias al mismo tiempo y en sucesión,
respondiendo a la evolución de la situación (Folkman y Lazarus, 1986). El siguiente aspecto
es que el significado que se le atribuye a una forma de afrontamiento es cambiante, en
función de las variables antes mencionadas, esto hace que una misma conducta para un
evento sea percibida como “solucionar el problema”, para otro evento posterior sea
percibida como “gestión emocional” (Díaz Martín, 2010; Folkman, 1991)
Estos últimos elementos no están presentes en la idea del afrontamiento como rasgo,
donde el estilo se aplica individualmente a todas las situaciones sin dimensión de
significado.
Si tomamos en cuenta el apartado metodológico y de medición, también nos
encontraremos con posturas distintas. El afrontamiento como rasgo utiliza una
perspectiva transversal con instrumentos auto aplicados, al considerarse como un rasgo
estable, es decir, solo es necesaria una única medición a partir de la cual se generaliza.
Mientras que el afrontamiento como proceso aboga por la utilización de una perspectiva
longitudinal multi método, utilizando en conjunto instrumentos auto aplicados y
entrevistas (Delongis, 1988; Lazarus, 1990; 2000)
Camacho et al. Análisis crítico: Estrés y afrontamiento en psicología
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Como podemos observar ambas teorías tienen fundamentos muy diferentes e
incompatibles entre sí. Sin embargo, esta incompatibilidad no ha frenado la mezcla
indiscriminada de ambas posturas, lo cual supone un sesgo múltiple ya que afecta a nivel
teórico, epistémico, psicométrico e interpretativo. Siendo incompatibles los instrumentos
psicométricos elaborados por cada perspectiva, y que son de uso común en la
investigación sobre el estrés, y cuya combinación resultaría en interpretaciones erróneas
o incompletas.
Desde un punto de vista histórico, en sus inicios la idea del afrontamiento como rasgo
parecía tener sentido, porque comulgaba con la lógica de las dos fuerzas principales de la
psicología de la época. Desde el psicoanálisis, esta idea, tiene similitudes con el concepto
de los mecanismos de defensa (Abd Halim & Farhana Sabri, 2013; Cano, et al., 2007;
Menninger, 1954), en el sentido de ser reacciones automáticas, estables y ligadas a una
estructura de la personalidad, que se despliegan para la protección del individuo. Mientras
que, desde el conductismo, esta idea funciona bajo la premisa del estímulo-respuesta.
Donde el afrontamiento no es más que el organismo respondiendo a estímulos tomando
como base condicionamientos previos, siendo el éxito o fracaso de la respuesta
reforzadores positivos o negativos, que terminarían de configurar un patrón de respuesta
ante el estrés (Hunter, 2019; Kimble, 1990). Sin embargo, reducir el afrontamiento a un
rasgo fijo o a una respuesta ciega ante los estímulos, representa una simplificación
excesiva del estrés y de la experiencia humana.
En este punto tenemos dos posturas contrarias e irreconciliables. Desde el modelo
transaccional se rechaza completamente la idea de los estilos de afrontamiento (Lazarus
& Folkman, 1987; Reicherts & Perrez, 1992), y aunque existen propuestas que intentan
colocarlas como complementarias (Cano, et al., 2007) las diferencias teóricas y
epistemológicas son demasiado grandes para llegar a un acuerdo aceptable. Ahora, ¿por
qué a pesar de estas diferencias se insiste en hacerlas convivir? Las razones exactas
dependerán de las decisiones tomadas en cada investigación y rara vez son aclaradas, sin
embargo, existen algunos puntos comunes.
El primero de ellos es la practicidad, si bien el afrontamiento como proceso se ajusta
teóricamente al modelo transaccional y a la teoría cognitiva, así como a teorías como la del
apoyo social, su aplicación es complicada debido a la cantidad de variables involucradas y
los rigurosos requisitos metodológicos que implica. Como se mencionó anteriormente, se
marca como ideales investigaciones de corte longitudinal multi método, y no siempre
existen las condiciones para llevar a cabo mediciones psicométricas y entrevistas en plazos
de semanas, meses o años. Por lo que se tiende a llegar a compromisos, y la naturaleza
transversal de la postura del afrontamiento como rasgo la hace más práctica. A esto se le
añade a que en general el afrontamiento del estrés es considerado como una variable
secundaria en muchos estudios (Archbell & Coplan, 2022; Rosenbaum & White, 2015),
siendo más relevantes los niveles de estrés presentados por las poblaciones bajo estudio,
esto es especialmente cierto en estudios de aplicación masiva, con cientos o miles de
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participantes, donde el grado de especificidad al que apunta el afrontamiento como
proceso no es requerida.
El segundo punto es de orden psicométrico, la medición del afrontamiento lleva ya varias
décadas dominada por el afrontamiento como rasgo, a la hora de buscar instrumentos
nos vamos a encontrar con pocas alternativas siendo las más populares el instrumento
COPE y sus formas abreviadas elaborado por Carver, et al., (1989). Y en habla hispana el
Cuestionario De afrontamiento del estrés de Sandín & Chorot (2003), una derivación del
Ways of Coping Questionnarie (WCQ) de Lazarus & Folkman (1980), que después de varias
versiones pasaría a convertirse en un instrumento independiente. Sin embargo, ambos
instrumentos adolecen de cualidades psicométricas inestables, esto no se debe a una
formulación o validación descuidada, sino a la naturaleza dinámica del afrontamiento, cada
validación realizada da factores y número de ítems distintos por influencia de la cultura, el
contexto, variables subjetivas de esa población, entre otros factores, (Abdul Rahman, et al.,
2021). Este comportamiento valida la idea del afrontamiento como proceso, sin embargo,
no es la forma adecuada de medirlo.
Las alternativas existentes son instrumentos híbridos como el Ways of Coping Checklist,
una evolución del instrumento original WCQ, desarrollada en 1987, y que funciona en
conjunto con una batería de instrumentos para medir estresores (De Longis, 1988) y una
entrevista semiestructurada. Y El Inventario de estrategias de afrontamiento (Cano, et al.,
2007 ) que consta de un componente cualitativo y uno cuantitativo. Pero estos
representan pasos extra en los procesos de aplicación, captura y análisis de datos, además
de no contar con validaciones actualizadas a distintas poblaciones como es el caso del
COPE y el CAE.
El instrumento recomendado desde el modelo transaccional es el Stress and Coping
Process Questionnaire (SCPQ) desarrollado por Reicherts & Perrez (1992) compuesto por
18 situaciones estresantes, a partir de las cuales la persona responde 163 ítems en total,
divididos en secciones para: sentimientos, juicios, intenciones, acciones y atributos. Fue
validado en población general, con sintomatología depresiva, en duelo, pacientes con VIH,
adolescentes y ante situaciones de estrés laboral y maternal. Su Alpha de Cronbach es de
.87 (Reicherts, 1986; Reicherts, et al., 1989 como se citó en Reicherts & Perrez, 1992).
Además de proponer una medición completa de estrés, en línea de los requisitos
metodológicos del modelo, mediante un sistema llamado Sistema de Auto Observación
Asistido por Computadora (COMRES, por sus siglas en inglés), diseñado para que las
personas participantes de estudios de estrés reportaran en tiempo real su experiencia.
Sin embargo, este instrumento no se popularizó, ya que incluso sin el sistema
computarizado, sus características hacen compleja su aplicación, especialmente su
extensión le hace poco amigable para trabajar en conjunto con otros instrumentos cuando
el afrontamiento y el estrés no son las variables principales, lo cual hace que instrumentos
como el Brief COPE de 22 ítems (Reich, et al., 2016) sean más utilizados a pesar de los
problemas teóricos y psicométricos ya discutidos.
Camacho et al. Análisis crítico: Estrés y afrontamiento en psicología
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Respecto al afrontamiento como proceso nos encontramos con un problema a nivel
psicométrico, no se encuentran instrumentos actualizados para llevar a cabo una medición
precisa, y los existentes llevan décadas sin actualizarse y tienen un funcionamiento
complejo. Esto ha provocado un estancamiento en el desarrollo teórico del afrontamiento,
ya que van décadas en las que se producen las mismas conclusiones, algo ya discutido por
Coyne & Gottlieb (1996) quienes alertaban de que la investigación sobre el afrontamiento
había quedado atada a instrumentos subóptimos que producían una visión simplista y
estrecha del fenómeno del afrontamiento en pos de la parsimonia.
Y finalmente el tercer punto es de orden ideológico, la orientación fenomenológica-
constructivista del modelo transaccional, así como su aproximación a los métodos
cualitativos y mixtos, puede resultar impopular para sectores más tradicionales, n
orientados epistemológicamente al positivismo y metodologías puramente cuantitativas.
Como conclusión hasta el momento la idea del afrontamiento como proceso se puede
considerar como correcta, tanto por misma como con su interrelación con el estrés y
otras teorías en el marco de lo cognitivo conductual. El mantenimiento de la idea del
afrontamiento como rasgo surge de limitaciones metodológicas y psicométricas que han
permanecido demasiado tiempo sin resolver, por lo que es necesaria la superación de
estas limitaciones para la correcta aplicación de estos conceptos. Mientras esto no suceda
seguiremos sujetos a conclusiones limitadas, basadas en instrumentos contradictorios,
que llevan a atribuir erróneamente responsabilidad a la persona en cuestión., dejando de
lado condiciones contextuales y estructurales adversas que causan los altos niveles de
estrés observados en los últimos años y que llevamos demasiado tiempo atribuyendo a
estilos de afrontamiento inadecuados, aún a sabiendas de que este es un concepto más
que cuestionable.
Financiamiento
El presente artículo fue desarrollado durante el Doctorado Interinstitucional en Psicología,
programa académico que cuenta con el financiamiento del Consejo Nacional de
Humanidades, Ciencia y Tecnología.
Conflicto de Intereses
Los autores de este trabajo declaran que no existe conflicto de intereses.
Camacho et al. Análisis crítico: Estrés y afrontamiento en psicología
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Abd Halim, M.H & Farhana Sabri. (2013). Relationship
Between Defense Mechanisms and Coping Styles
among relapsing addicts. Procedia Social and
Behavioral Sciences. 84, 1829-1837.
https://doi.org/10.1016/j.sbspro.2013.07.043
Abdul Rahman, H., Bani Issa, W. & Naing, L. (2021).
Psychometric properties of brief-COPE inventory
among nurses. BMC Nursing, 20 (73).
https://doi.org/10.1186/s12912-021-00592-5
Archbell, K. A., & Coplan, R. J. (s. f.). Too Anxious to Talk:
Social Anxiety, Academic Communication, and
Students’ Experiences in Higher Education. Journal
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286. https://doi.org/10.1177/10634266211060079
Berra, E. Muñoz, S, I. Vega, C, Z. Silva, A., & Gómez, G.
(2014). Emociones, estrés y afrontamiento en
adolescentes desde el modelo de Lazarus y
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